La primera vez que tuve noticias de Laura fue en algún grupo de Facebook, alguno de esos donde la gente comparte inquietudes y encuentra respuestas.
Recuerdo fijarme en ella por su foto de perfil, iba al volante de un coche y tenía los brazos tatuados.
Descubrí que tenía un blog.
Entré y cotilleé.
Me gustó lo que leí.
Tenía una forma de ver la salud muy chula.
Era muy joven, pero desprendía una madurez poco habitual en la gente de su edad y tenía una mirada muy despierta.
Así que desde ese momento leía los artículos de su blog y me mantenía atento a lo que tenía que decir.
Un tiempo después coincidimos físicamente en un congreso, charlamos, se vino a entrenar en un gimnasio en el que yo colaboraba, quedamos para comer y pude ponerle rostro y escuchar lo que la bloguera tatuada asturiana deseaba compartir con los demás.
Siempre me ha generado mucha ternura.
Veo sus miedos, sus inseguridades, sus dudas, pero también veo sus ganas, su valentía y su determinación.
Es de esas personas que cuando cumplan 60 años y miren atrás, se darán cuenta del camino que han recorrido, lleno de aventuras, obstáculos, retos superados y retos no superados, pero llenos de retos al final. De esas personas que acumulan una sabiduría enorme fruto de una curiosidad insaciable y una fortaleza que las lleva a explorar y a atreverse.
Cuando ella cumpla 60 años yo seré un anciano.
Pero estaré allí con mi garrota aplaudiendo sus éxitos.
Seguro.